Esta mañana me he despertado de mal humor, además, según las últimas noticias, ahí afuera, el grajo vuela bajo y hace un frío del carajo. Mis pensamientos recurrentes no dejan de recordarme que hoy tengo reunión a primera hora con mi jefe para hablar de cómo van las ventas de mi departamento, como si él no lo supiera, pues mal, eso es todo lo que puedo esperar de él, que me diga lo que yo ya sé porque ideas para cambiar la inercia, ninguna…
Me meto en la ducha y no disfruto del momento porque la cabeza me tiene secuestrado y me doy cuenta de que me estoy duchando sin ducharme, y lo mismo ocurre con el desayuno, ya lo he terminado y no sé ni lo que he desayunado porque la cabeza está en otra parte.
Ya en el coche, enciendo la radio y las noticias de siempre, este país se va a la mierda, vaya panda de políticos tenemos, no hay un día en que no aflore un caso de corrupción o no estén a tortas unos con otros y los otros con los unos.
Entonces pienso como dice Antonio Vegas, “Hay días en que valdría más no salir de la cama”.
Y en medio de esa tormenta de “optimismo”, me digo a mi mismo, “como no cambies tu ánimo, vas a pasar un día muy malo” y es cuando me pregunto “¿qué puedo hacer para cambiar este panorama?”
Lo primero que identifico es que mis pensamientos son un grifo abierto del que brota cianuro sin descanso y que, dichos pensamientos, no son más que la conversación que estoy manteniendo conmigo mismo desde que me desperté y me pregunto “¿y si decido cambiar los pensamientos?” Después de todo depende de mí pero; “¿cómo lo hago?”
Es entonces cuando tomo conciencia de que mis pensamientos son consecuencia de la interpretación que estoy haciendo de la “realidad”.
Esta mañana, todas mis interpretaciones de lo que estoy viviendo y voy a vivir son negativas y eso me está generando emociones negativas que me entristecen y anulan mi voluntad, mi capacidad de actuar está bajo mínimos. Y lo peor de todo, yo estoy eligiendo cómo interpretar la “realidad” que me rodea, igual si empiezo a observar la “realidad” de forma diferente mi emoción cambia y me vengo arriba, voy a probar.
Empecemos con el grajo. Que en enero haga frío en Madrid no es nada nuevo, es lo que hay y no puedo hacer absolutamente nada para cambiar la temperatura y que el grajo se eleve hacia un cielo azul infinito así que decido olvidarme del grajo y el frío y me digo; “tendré que abrigarme”.
En cuanto a mi jefe, cambiarlo no voy a poder, eso está claro, es como es y no soy yo quien para cambiar a nadie, además, la gente solo cambia si se lo propone, no si se lo proponen.
Se me ocurre que si le presento una nueva campaña de captación de clientes utilizando las redes sociales igual somos capaces de incrementar nuestras oportunidades, de hecho, hasta ahora, nunca lo habíamos probado, hemos venido siempre haciendo lo mismo y claro, los resultados han sido los que son.
Decido también cambiar la emisora de radio y selecciono un dial que solo ofrece música y, casualmente, están radiando una de mis canciones favoritas, “Despierta” de Enrique Bunbury, instintivamente empiezo a cantar y al escuchar con atención la letra, me identifico en un párrafo que dice:
“Hoy te sientes distinto
porque eres distinto
lo que fue siempre lo mismo y cambió
permanecía oculto en ti
y ahora está tan claro
es un día soleado y
no hay confusión
¡Despierta!
¡Despierta de una vez!”
Ya en la oficina, me cruzo con mis compañeros y decido sonreírles y bromear con ellos, se les ve apagados y tristes, y me digo, son víctimas del grajo, seguro, pero yo ya le he dado permiso para que vuele por donde quiera y me voy a poner a lo mío.
Tengo un par de horas por delante hasta la reunión con mi jefe, mi cabeza está en estado de ebullición, me meto en internet y me pongo a investigar sobre redes sociales y ventas, me acerco al departamento de informática e invito a un café a Begoña, la experta en redes sociales que se ofrece a ayudarme para preparar un primer enfoque a mi jefe, estoy como una moto, la reunión va a ser un éxito.
Y llega el gran momento, mi jefe llega tarde, como hace habitualmente porque tiene cosas más importantes que atender, según él. Mi jefe no es víctima del grajo, lo trae puesto en lo alto de la cabeza, y como era de esperar, sin preámbulo alguno, me dice:
“Fernando, las ventas van mal”. (Con dos cojones, que alarde de originalidad).
Yo le sonrío y le pregunto:
¿Qué tal Javier, cómo llevas el día? (Pregunta tonta donde las haya pero bueno, había que romper el hielo).
La respuesta no podía ser otra:
“Mal, muy agobiado, he tenido una bronca con mi jefe de cuidado a propósito de las ventas”.
¿Y qué le has propuesto? (Pregunto ingenuamente sabiendo la respuesta).
“¡Pues nada joder! Que tenía hoy una reunión contigo y que íbamos a ver qué podemos hacer” (Ese “íbamos”, evidentemente, es una tiempo verbal que no aplica, como podréis imaginar).
Entonces, sin más dilación, le propongo mi idea sobre las redes sociales… y le cambia la cara.
“¡Buen trabajo Fernando!, sabía que podía contar contigo, ¿Cuándo empezamos? (otra vez el verbo inadecuado).
“Ya he estado investigando y cuento con el apoyo de Begoña, la experta en redes sociales de la empresa”, en una semana te presento un plan de acción que recoja las acciones y los plazos para poner en marcha la nueva estrategia”.
Y tú, ¿para qué te has despertado tú esta mañana?
¿Qué te estás diciendo a ti mismo? ¿Qué poder les das a los demás para que afecten a tu motivación? ¿Cómo estás interpretando la “realidad”? ¿Qué emoción te provoca dicha interpretación? Si la emoción es positiva: ¿Qué vas a hacer diferente para ser feliz? Si la emoción es negativa: ¿Para qué te sirve la interpretación?
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