“Mi jefe no me motiva”, esta frase la le oído infinidad de veces tanto en mi etapa de director de recursos humanos, en mis sesiones formativas y en mis sesiones de coaching. Y digo yo, ¡vaya! ¿Y qué vas a hacer? ¿Esperar a que lo haga? Pero vamos a ver, ¿vas a dejar algo tan importante como tu motivación en manos de terceros?
Obsérvate en otros aspectos de tu vida y dime, ¿qué hace que te motives? Cuando, por ejemplo, te han invitado a una cena en la que te han dicho que va a ir un/a chico/a estupendo/a, ¿vas motivado/a? Cuando vas al cine a ver una película que te han dicho que está fenomenal, ¿cómo vas? ¿“motivado/a”? ¿Qué hay en común entre ambas situaciones? Pues que en ambas “esperas cosas buenas de algo” ¿no? Bien, avancemos un poco más, ¿de quién o de qué es más fácil esperar “cosas buenas”? ¿De tu jefe, de los demás, de que tu equipo gane el partido del domingo? ¿Ya lo tienes verdad? De quien más fácilmente puedes esperar cosas buenas es “de ti mismo/a”, está en tu mano, tú tienes el poder de tu propia motivación, no la dejes en otras manos porque es algo importante para tu vida igual que no dejas en manos de terceros otras decisiones que son importantes para ti, tú decides con quién te casas, dónde quieres vivir, qué trabajo vas a realizar, dónde te irás de vacaciones, etc.; en definitiva, tú eres el artífice de tu motivación.
Ahora bien, para “esperar cosas buenas de uno mismo”, debes tener confianza en ti mismo/a o lo que algunos autores denominan tener un buen “autoconcepto”. Si te gusta jugar al tenis y lo haces con cierta destreza, cuando saltas a la pista lo haces motivado por la sencilla razón de que esperas hacerlo bien, en el caso contrario, cuando no estamos seguros de nosotros mismos, una tormenta de sensaciones nos bloquean y desalientan para que, al final, o no lo hagamos, o lo hagamos desmotivados.
“Estar motivado es esperar cosas buenas de uno mismo”.
No deberíamos dejar algo tan importante en nuestras vidas como la motivación en otras manos que no fueran las nuestras, no deberíamos darle tanto poder a nuestro jefe, a un día nublado, a que nuestro equipo gane o pierda para que nuestra motivación, y nuestra vida, se vean afectadas, ¿no te parece?
Factores externos como nuestro jefe, nuestra esposa, nuestro esposo, los hijos, los amigos, pueden ayudarnos a que no nos desmotivemos pero no podemos dejar en sus manos nuestra motivación.
A los directivos que he conocido a lo largo de mi carrera siempre les comento que se olviden de motivar a sus empleados, que eso depende de ellos, que se centren en no desmotivarles, en facilitarles el camino de su automotivación dándoles oportunidades de crecimiento, escuchándoles, apoyándoles y remangándose con ellos cuando sea necesario, aportándoles conocimientos, visión, guía, etc.
No me puedo resistir a hacer la siguiente reflexión; la Selección, entre otros títulos, ganó en 2008 la Eurocopa, una de aquellas tardes, cuando me disponía a recoger a una buena amiga cerca de la Plaza de Colón, pude comprobar la que se había montado allí, apenas faltaba una hora para que empezara el partido con Italia y aquello era sobrecogedor, ¡Cuánta gente! Se había instalado una pantalla gigante para ver los partidos y la cantidad de gente que fluía por la calle hacia ese punto era impresionante. Luego, al final de los partidos, gritos, borracheras, incidentes en las calles, gente detenida, absentismo laboral, etc.; vamos, el delirio colectivo, la gente era feliz…. qué digo feliz, era inmensamente feliz porque 11 chavales que ganan un auténtico disparate por darle unas patadas a un balón que hay que meter entre tres palos habían ganado un partido, y, al final, la Eurocopa. Y me pregunto yo; ¿y si nos hubieran eliminado en cuartos como reza la tradición? Además Italia era el verdugo perfecto, ¿qué habría ocurrido? El acabose, nueva tragedia nacional, similar al de la Armada Invencible o cuando perdimos Cuba, lloros, depresiones, enfados, irritabilidad… pero por suerte habíamos ganado y ya estaba todo resuelto, aunque yo no me he enterado pero claro, tantas muestras de júbilo respondían a que la épica victoria de nuestra épica selección traía consigo la reducción del Euribor, con lo que se resolvía el problema de las hipotecas, la bajada de la inflación y el descenso del precio del barril de crudo, de ahí esa explosión de alegría. Es muy probable, querido lector, que seas una de esas personas que ha enloquecido con nuestra Selección, y por eso te invito a que reflexiones, ¿cuándo ha sido la última vez que has festejado un triunfo tuyo con la misma pasión y entrega con la que celebraste el título? Voy a ir un poco más allá, y no te molestes, ¿cuándo has tenido tu último triunfo personal digno de ser celebrado?
Normalmente nuestra motivación y nuestra felicidad, la ponemos en manos de terceras personas que, además, no nos aportan nada porque -y mira que admiro al chaval-, qué me aporta a mí que Nadal haya ganado Wimbledon y Roland Garros: nada, y digo nada, absolutamente nada.
“No debemos dejar nuestra motivación en manos de otras personas o de factores externos, debemos ser capaces de gestionar nuestra propia vida”.
En mi opinión caemos en el error de vivir otras vidas y ponemos, en muchas ocasiones, nuestra felicidad en terceras manos descuidando nuestro propio desarrollo, si dedicáramos una ínfima parte del tiempo que pasamos delante del televisor viendo a nuestra Selección o a nuestro Rafa, pensando en cómo ser más eficaces, ¿no crees que lo conseguiríamos? ¿No crees que no es tanta inversión la que tenemos que hacer? Entonces, ¿para qué no lo haces?
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