Uno de los virus más extendidos entre los humanos se llama egocentrismo. Vives como si fueras el centro del universo: todo tiene que girar en torno a ti y, si no es así, te enfurruñas.
Yo, mi, me, mío, conmigo….
Quieres que todo salga tal y como esperas, y tarde o temprano te frustras porque casi nada sale como lo habías planeado; nada ocurre como tu ego quiere, o tal vez no con la intensidad o rotundidad que esperas. Un reconocimiento, una felicitación o que te digan todas las veces que tú deseas lo bien que has hecho algo, se convierten en fuentes de frustración.
Cuando construyes una relación, si quieres que esta sea sólida y duradera, es recomendable que trasciendas de tu ego al entre. El entre es ese espacio invisible que, aunque no lo veas, se genera y crece entre dos personas o más. Y digo bien: poner el foco en el entre antes que en el otro, porque un exceso de contemplación o consideración hacia el otro también puede hacer que el entre se rompa.
Imagina esa pareja en la que una de las dos partes es siempre la que cede ante el conflicto y, como consecuencia, provoca en la otra que su ego vaya creciendo sin límites, mientras que la primera cada vez se siente más pequeña e insignificante. Estarás de acuerdo conmigo en que esa relación no es sana y que, antes o después, de forma más serena o más violenta, se romperá.
Poner el foco en el entre no es fácil; desde pequeños nos educan en el culto al ego, en aquel proverbio que decía: “la caridad bien entendida empieza por uno mismo”. La cantidad de barbaridades que se han justificado bajo este paraguas o el de “si no te quieres a ti mismo, a quién vas a querer” es ilimitada.
Comparto ambos proverbios pero me temo que, en ocasiones, los hemos llevado a tales extremos que han sido la principal causa de la ruptura de parejas, amistades y relaciones profesionales.
Si, en lugar de poner el foco en ti, lo pones en el entre, estoy seguro de que podrás construir relaciones más equilibradas, sanas y duraderas.
Y requiere mucho trabajo, porque tendemos a polarizar las relaciones entre yo y el otro. Como si se tratara de una batalla que, fundamentalmente, gana quien tiene razón y consigue que el otro se la conceda, en muchas ocasiones, a un precio muy alto. Ya lo dijo Sabina: “Y cada vez más tú y cada vez más yo, sin rastro de nosotros”.
De ahí que quiera hacer la siguiente reflexión:
¿Qué quieres, tener razón o ser feliz?
Si lo piensas, muchas veces te empecinas en tener razón cuando lo que está en juego tampoco es tan importante para ti. Tener razón es el alimento principal del ego y, en la mayoría de los casos, ese tener razón va a suponer que vayas minando poco a poco el entre. Si no cambias de actitud, lo irás dañando hasta tal punto que, al final, acabará destruido. Llegado ese momento, ya será imposible reconstruir y salvar tu relación.
Poner el foco en el entre supone prestar atención a los comportamientos que van a ser los más adecuados para protegerlo, y aparcar por fin el ego.
¿Qué puedes hacer para que, pase lo que pase, no pierdas de vista que lo importante es preservar la relación? Es tan simple y complicado como evitar hacer o decir cosas que impacten en el entre como una cabeza nuclear.
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