Soy
consciente de que estamos pasando un momento tremendamente duro y cruel para
muchas personas y que lo que te voy a decir no va a contribuir a incrementar mi
popularidad. Pero no he escrito este artículo para ser popular sino para ayudar
a las personas desde mi modesto círculo de influencia. Para ayudarte a ti, si
me das permiso, a que veas todo este lío desde otra perspectiva diferente.
Todos
los días, como observador de la realidad, estás haciendo interpretaciones de esta.
Interpretas aquello que ves y lo interpretas a través de unas “gafas” que son
tus “modelos mentales”. Estos están compuestos, básicamente, por 3 elementos en
una proporción aproximada del 33%: genética, educación y entorno.
Cuando
observas las “realidad”, la interpretas. Esa interpretación te genera una
emoción y esa emoción te lleva a una acción.
Pues
bien, si te paras a pensar, la “interpretación” es tu elección, no depende de
nadie. Tú eres libre para interpretar que el vaso está medio lleno o medio vacío
o que lo que te acaba de ocurrir en el trabajo, con tu pareja, con un hijo… es
una “tragedia” o una “oportunidad”.
Pues
bien, como te decía al principio, y por muy cabread@ que estés por lo que
estamos viviendo, estás ante una gran oportunidad personal de dar un salto
cualitativo y cuantitativo como persona. Para ello, tendrás que empezar a
observar la “realidad” con nuevos modelos mentales. Los que tenías hace una
semana se han quedado viejos, ya no sirven.
Vas
a tener que deshacerte de, por lo menos, todo lo que hasta ahora te han dictado
la “educación” y el “entorno” y vigilar muy de cerca qué te dice tu “genética”.
Quizás también les tengas que dar una vuelta a las herencias de tus
ascendientes familiares, incluso deshacerte de ellas, para cuidar qué legado
dejas a tus descendientes.
Por
todo lo dicho, te voy a proponer un pequeño ejercicio. Date la oportunidad de
contemplar que, a lo mejor, después de todo, tendremos que agradecer a este
bicho:
Por ayudarnos a tomar conciencia de que existen las leyes del universo y que éstas no dependen de la voluntad de los hombres.
Que
después de esto, nada volverá a ser lo
mismo.
Que
valoremos más nuestra libertad de
movimientos.
A
valorar el poder compartir, en primera persona,
las cosas y los momentos.
Que
cuando todo pase, igual nos abrazamos
más, nos besamos más, nos tocamos más.
A
tomar conciencia de que todos los lujos
de los que disfrutamos, cuando caemos enfermos o morimos, no valen para nada.
Que
nos ha hecho parar a pensar y revisar
algunos aspectos de nuestras vidas, y de las vidas de los demás, que la
vorágine del día a día no nos había permitido observar.
A
resolver temas varios que teníamos pendientes
con los demás, con nosotros mismos o con la sociedad.
A
poner el foco en las pequeñas grandes
cosas de nuestro entorno de las que antes ni nos dábamos cuenta.
A parar el tráfico y las fábricas, con
eso le hemos dado un respiro a la madre tierra que nos lo agradecerá y devolverá con creces.
A
que todos estamos conectados en un
mundo global por las leyes del universo, y aunque algunos se resistan, esto no
va de ni países, ni de colores ni de religiones ni de ideologías.
A
que, salvo los idiotas que según la RAE
son: “Personas engreídas sin fundamento para ello”, los demás seremos mejores personas a partir del
día en que volvamos a retomar nuestras vidas.
Como
dice Clay Newman, “Durante los próximos
3 meses, en vez de preguntarte por qué te ocurren según qué cosas, pregúntate
para qué te suceden”.
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