Si tu relación de pareja, o la relación con tu jefe, se está yendo ATPC, no te quejes contándoselo a tu madre o a tu hermana, ni siquiera a tus amigos o amigas, dile a tu pareja o a tu jefe que necesitas hablar con ellos y diles cómo estás, como te sientes, los demás no pueden hacer nada por salvar la situación, tú sí.
Generalmente, cuando tenemos un problema con alguien, nuestra primera reacción es quejarnos, “mi
marido no me ayuda en casa”, “mi jefe no me escucha”, mi cuñado está todo el día dándome lecciones”, “mi mujer se pasa el día enganchada al móvil”, etc. Y nos quejamos a alguna persona cercana a la que ponemos la cabeza como un bombo y que, desgraciadamente, no puede hacer nada para ayudarnos porque, como ya hemos visto en artículos anteriores, la situación la deberíamos pasar de nuestro “círculo de preocupación” a nuestro “círculo de influencia” y eso pasa por dejar de quejarnos para pasar a hacer una “petición”.
Lo que suele ocurrir es que, como cuando hablamos con la persona que nos está incomodando ya estamos hasta las narices, vamos directamente a la “queja” y, normalmente, de no muy buenas maneras, sin ayudar a nuestro interlocutor a que entienda el sentido de ésta y por decirlo llanamente, la “queja” nos rebota, entre otras cosas, porque no hemos contemplado la posibilidad de que, a lo mejor, nuestro interlocutor no es consciente de que su comportamiento nos esté molestando y está tan feliz y claro, cuando de repente un día le cae un choreo sideral, no entiende nada.
Por eso es importante dejar de quejarnos y pasar a hacer peticiones, es mucho más efectivo y evita que las conversaciones puedan derivar en violencia.
Pero ¿cómo se hace una petición?
El error más frecuente es que, en el 99% de los casos, hacemos la petición directamente y, como ya te comentaba, es posible que nuestro interlocutor no entienda a qué viene porque, para él o ella, no está haciendo nada que nos pueda molestar.
Por eso, antes de hacer una petición:
1º. Cuenta la situación que estás viviendo de forma calmada y de la forma más objetiva posible, tratando de evitar introducir juicios subjetivos. Para ello te recomiendo que le pidas permiso a tu interlocutor y que le pidas que, por favor, no te interrumpa hasta que termines.
2º. Cuéntale cómo esa situación está haciendo que te sientas. Y para ello reflexiona sinceramente sobre qué sentimientos te provoca: rabia, impotencia, frustración, tristeza… lo que sea y no tengas vergüenza de ser sincero. En el caso del jefe que no escucha podríamos sentir: impotencia, frustración, desarraigo, ninguneo, etc.
3º. Exprésale qué necesitas para dejar de sentirte de esa manera, qué acciones debería cambiar tu interlocutor para que tú te sientas mejor. ¡Ojo! aquí solemos confundirnos y hacer la petición, todavía no es el momento, en esta fase se trata de explicarle, relacionado con tus emociones negativas de la fase anterior, qué necesitas para dejar de sentirlas. Por ejemplo, siguiendo con el jefe que no escucha, lo que necesitamos no es que nos escuche, lo que necesitamos es que tenga en cuenta nuestras ideas, sentirnos parte del equipo, sentirnos valorados, etc.
4º. Por último, haz la petición, este es el momento de decir claramente qué esperamos de la otra persona, en el caso del jefe, que, por favor, nos escuche.
Como consecuencia de la petición, ten en cuenta que te puedes encontrar con tres escenarios y que los
tres son legítimos, que acepten la petición, que la rechacen o que la negocien, por eso deberás estar en disposición anímica para encajar cualquiera de esos tres escenarios.
Cuando seguimos este “proceso” también puede ocurrir que, al analizar nuestras emociones y necesidades, nos demos cuenta de que estas no eran tan graves y esto haga que cambie el contenido de la petición siendo esta más benévola.
Por último, ten en cuenta que si no aceptas un no por respuesta, no estás planteando una petición, sino una exigencia.
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