Hace años, cuando trabajaba por cuenta ajena, tuve la suerte de contar con un jefe que era, cuando menos, peculiar.
En aquella época éramos jóvenes e intrépidos y nuestra mente estaba, como diría Bunbury, “Como una colmena en secreta actividad”. Vamos, que estábamos todo el día pensando en la cuadratura del círculo y en tratar de sorprender a nuestros mayores con alguna idea revolucionaria y genial que hiciera que las ventas se dispararan descontroladamente y, con ellas, nuestra carrera profesional.
Por otro lado, eran tiempos en los que, por lo general, no estaba demasiado bien visto tomar iniciativas por tu cuenta, salvo para algunos jefes que predicaban aquello de
“Es mejor pedir perdón que pedir permiso”. Pero, como la prudencia manda, preferíamos consultar casi todo antes de hacer casi nada.
Pues bien, en aquellos tiempos las visitas a nuestro jefe eran continuas: para pedirle su aprobación o para que nos arrojara luz sobre algún tema que nos traíamos entre manos. Él, cansado de tanta interrupción y de tanto desconcierto, decidió colocar dos carteles en la pared situada a la espalda de su silla, que rezaban:
Bastante tengo con lo mío.
Y;
Que una falta de previsión por tu parte no suponga una emergencia en la mía.
Cuando entrábamos a verle, en el 90% de las ocasiones se limitaba a señalar, con gesto displicente, un cartel u otro en función del incendio que trajeras debajo del brazo.
Pasados los años, unos veinte aproximadamente, a día de hoy debo reconocer que fueron dos de las mejores lecciones sobre management que he aprendido y que, como podéis ver, todavía recuerdo.
Uno de los principales retos a los que nos enfrentamos las personas a diario es la mal denominada “gestión del tiempo”. Aunque las consultoras, incluida la mía, hemos
dedicado horas y horas a diseñar e impartir talleres para resolver tan arduo tema, hace un par de años (no muchos, debo reconocer) caí en la cuenta, recordando las frases de mi brillante jefe, de que el tiempo no se puede gestionar: o te gestionas tú y gestionas a los que te rodean o los días se
empeñan uno tras otro en finalizar pasadas las 24 horas de rigor.
Por eso, en los talleres que imparto y en los procesos de coaching que he venido desarrollando estos últimos años, he ayudado a las personas con las que he trabajado a que tomen conciencia de que, si quieren incrementar su efectividad personal, deberán gestionarse a sí mismas, no el tiempo. Porque tú estás en tu círculo de influencia pero, lamentablemente, el tiempo no. El tiempo está en el círculo de preocupación. Es decir, por mucho que tratemos de ampliar nuestro círculo de influencia, jamás seremos capaces de alargar el día ni un solo minuto, ni la semana unas horas.
Por eso, te recuerdo una de mis máximas, la gestión del tiempo es un ATPC (A Tomar Por…).
No te obsesiones, no lo conseguirás. Pon el foco en gestionarte tú, reserva un rato los domingos por la tarde para ver cómo se presenta la semana y establece prioridades: planifica, modifica tus hábitos, despiértate media hora antes todos los días y ya verás cómo te cambia la vida, no el tiempo.
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